El laboratorio del Institut de Ciències del Mar investiga el ciclo reproductivo de las medusas para lograr dominarlas
Nuria Vázquez (BARCELONA).
Lo que debería ser un refrescante chapuzón en el mar durante los meses de verano puede convertirse, de nuevo, en una carrera de obstáculos urticantes hasta la orilla. Los bañistas que acudan a las playas catalanas deberán empezar a acostumbrarse a las medusas, pues su presencia es un fenómeno inevitable, aunque sí predecible. Al menos así es para el Institut de Ciències del Mar (ICM) y la Agència Catalana de l'Aigua (ACA), que colaboran conjuntamente en el Proyecto Medusa desde el año 2007. Se trata de una prueba piloto que se apoya en tres pilares básicos: ampliar el conocimiento sobre estos organismos, consolidar la red de observación de medusas en el litoral catalán y divulgar los conocimientos e informar a la población. Para ello, cada día recorren las playas de Catalunya un total de 17 inspectores, 41 embarcaciones y una avioneta, que realiza dos vuelos diferentes, por el norte y por el sur.
Precisamente este último método de control es el que presenta la novedad de la campaña: la instalación de una videocámara que, financiada por el zoo de Barcelona, podrá registrar en un futuro todos los vuelos que se produzcan en mar abierto y detectar, así, la presencia de bancos de medusas, manchas de alquitrán o decoloraciones, entre otros. La necesidad social y la impresión de que cada vez hay más medusas en las playas catalanas fue lo que llevó al ICM a realizar un estudio más detallado sobre el comportamiento y evolución de estos seres. Por ese motivo, en su laboratorio disponen de un gran número de acuarios con varias especies, donde estudian el proceso de reproducción de las medusas que se encuentran en el litoral catalán e intentan controlar, así, su presencia en las playas.
Se trata de las primeras instalaciones en el mundo que tienen en cultivo las especies Cotylorhiza tuberculata, Rhizostoma pulmo y Pelagia noctiluca, tres de los cuatro ejemplares más comunes en la zona del mar Mediterráneo. Tras diez años de investigación, las conclusiones son claras: las medusas son un fenómeno cada vez más extendido, tienen un comportamiento cíclico y su presencia es más abundante durante los meses de primavera, cuando apenas hay bañistas. El responsable del proyecto Medusa, Josep Maria Gili, declara que “el único lugar donde no se ha de tener alarma es en Catalunya. Así que, de cara al verano, alerta sí, pero alarma no”. Sin embargo, añade que, para él, todavía hay que combatir el problema de la falta de información: “Se han impreso folletos informativos, se han colgado en la red protocolos de actuación ante la picada de una medusa y ha mejorado la atención de los socorristas en las playas, pero falta información en las farmacias y en los hoteles”.